La Bata Azul y el Principio de Incertidumbre

            María se ajustó la bata a la cintura, aquella bata azul que le regaló su marido para los Reyes de 1999; aún la guardaba. En algún momento había sido de un tono azul cielo bonito, suave, ahora le habían salido pelotillas y había perdido un poco el color, sobre todo en las solapas, de donde ella llevaba prendidos un montón de alfileres y alguna que otra aguja, porque nunca se sabe cuando te van a hacer falta. Estaba algo vieja la bata, igual que su cintura, que alguna vez también fue bonita, por lo que las dos se entendían a la perfección. El caso es que ella le había cogido cariño con el paso del tiempo. Los maridos nunca regalan nada en condiciones: una plancha, un juego de sartenes, una manta eléctrica…luego están los que regalan rosas y sortijas, pero María no conocía a ninguno de esos, ni interés que tenía.
            Escurrió la fregona con un movimiento seco de muñeca que había aprendido hacía ya muchos años, a fuerza de tanto practicarlo. Haciendo un cálculo rápido se le ocurrió que podría haber fregado el suelo de aquella cocina un total de 7300 ± 150 veces. No era un error admisible, pensó, y entonces le vino a la cabeza el Principio de incertidumbre de Heisenberg. Pensó qué pasaría si todas las amas de casa del mundo dedicaran cinco minutos todos los días a pensar en el Principio de incertidumbre de Heisenberg. Entonces metió la mano en el bolsillo derecho de aquella bata desvencijada y sacó un Paracetamol y dos Orfidales que se tragó sin agua. Dejó de pensar. Y en su cabeza se hizo el silencio, que es la única certidumbre que uno puede encontrar; eso, y que los maridos nunca regalan nada en condiciones.

2 comentarios en “La Bata Azul y el Principio de Incertidumbre

Deja un comentario