Inexorablemente

El cuerpo se muere, inexorablemente. Muere. Aún cuando no es cuerpo sino mórula, irremediablemente muere. Ya desde entonces las células caminan hacia una funesta, ineludible, inevitable y apoptótica muerte. Programada en el ADN, entrelazada a la vida desde el propio origen de ésta, allí, en el mismo código fuente, allí donde mana la vida se esconde la muerte. El cuerpo, las células, programadas para comer, crecer, replicarse y vivir, lo están también para matar [se]. Donde [se] somos todos.  Y en este [se] la humanidad transmuta lo natural en imposible. La muerte, tan natural, tan primitiva, tan originaria…la muerte es siempre una tragedia. Miles, millones de células en tu interior están muriendo ahora mismo, en silencio, taimadas y obedientes, cumplen con la orden que hay inscrita en sus desoxirribonucleótidos… Millones de harakiris silenciosos y obedientes, millones de suicidios [te] suceden. Donde [te] somos todos. Llóralos todos. Llora todas las tragedias mortuorias que  habitan tu biológica humanidad en este momento. En [tu] interior lo sabes, en realidad lo sabes, la vida está llena de muerte y el cuerpo se muere, inexorablemente. [Se] muere. Donde [se] somos todos.